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LIBRO VI - capitoli: XLIII, XLIV, XLV - Originale

CAPÍTULO XLIII (II)

No quiere dar el papa socorro al rey de Aragón para el intento de Cerdeña. A esto respondió el papa que le parecía que el embajador del rey de Aragón le daba gran carga de aquellos negocios y que él la tenía por muy pequeña; porque el rey sabía bien que contra su consejo y voluntad había comenzado esta empresa en aquella sazón; que hartas tribulaciones y guerras había por el mundo entre cristianos, y para en aquel tiempo había muy poca necesidad desta nueva contienda. Pero que bien entendía que había hecho tan grande y tan sumptuoso aparato que no podía retirarse de su propósito; mas la ayuda que el embajador pedía que se hiciese al rey de Aragón sobre esta empresa sería más necesaria que se emplease en el rey de Armenia que estaba en punto de perderse. Y porque el embajador quiso hablar sobre la deliberación del rey de Romanos, yerno del rey, el papa le fue a la mano, diciendo que no le hablase de un tan gran traidor; que habiéndole él ayudado y dado favor en sus negocios ofreciendo que sería fiel y devoto de la iglesia contra la arte gibelina, tenía sus inteligencias con Mateo Vicecómite y con Candela Escala, siendo herejes.

El cardenal Gaetano y otros se interponen a procurar no se prosiga la guerra contra Cerdeña. Y finalmente el cardenal Jacobo Gaetano y otros cardenales se interponían en que el rey no se apoderase de aquel reino por las armas, sino por vía de paz, entregándole la mayor parte del reino, diciendo que debía el rey considerar que los grandes hechos no se acaban ligeramente, y que mientras duran siempre amenazan nuevos peligros; y que no pensase que era fácil conquista sujetarse una nación tan extranjera como eran catalanes y aragoneses al aire y cielo de Cerdeña, siendo tan pestilente, y que se debía tomar ejemplo del rey Roberto que habiendo ayuntado una tan poderosa armada y estando con ella y con un pujante ejército de gente de caballo y de pie sobre Trápana, se vio muy en breve consumido de todo; y que el mismo rey de Aragón se acordase con cuánta pujanza había ido sobre Almería y lo que hizo.

Respuesta de valeroso pecho que da Vidal de Vilanova. Mas a esto respondió Vidal de Vilanova que en los hechos que se habían de ejecutar con las armas mucho se había de aventurar; y que el rey de Aragón y sus naturales muy acostumbrados estaban de aventurarse en sus empresas y por la gracia de nuestro Señor siempre habían salido con honra y estimación de todas ellas.

Concierto en orden a la pretensión de Cerdeña. Entonces, por medio del cardenal Napolión, se acordaron Vidal de Vilanova y fray Guido, arzobispo de Arborea, que el rey hiciese donación a Hugo, vizconde de Basso y juez de Arborea, del estado que tenía en Cerdeña para él y sus sucesores legítimos con censo de tres mil florines en cada un año, por el cual había de hacer homenaje y sacramento de fidelidad por sí o por su procurador; y había de dar al rey ochenta mil florines de oro del cuño de Florencia.

 

CAPÍTULO XLIV

Rebélase el juez de Arborea contra la señoría de Pisa. Como la embarcación del infante se declaró que había de ser para mediado el mes de marzo, y después se difirió hasta 15 de abril, el juez de Arborea rompió la guerra contra pisanos que la señoría tenía para la defensa de aquella isla. Y según Vilano escribe, habían mandado fortificar a Villa de Iglesias, que era un lugar muy principal y de grande importancia, y otras fuerzas y castillos de la isla; y tenían gente de caballo y de pie a su sueldo debajo del gobierno del juez de Arborea para resistir a la armada del rey de Aragón.

Afirma este autor que el juez, teniendo a su mano a Oristán y casi la tercera parte deI reino, se rebeló contra la señoría a 13 del mes de abril, y mandó matar cuantos pisanos había y la gente de guarnición que estaba en sus fuerzas. Y luego envió sus mensajeros al rey de Aragón para que se diese priesa en su ida; y que la ocasión de su rebelión se decía ser porque los pisanos le hacían mal tratamiento, y cuando sucedió en su estado se opuso contra él la señoría, diciendo que era bastardo y que le convino componerse y pagar diez mil florines por entrar en su estado: y por esta causa jamás fue después su amigo.

El juez de Arborea pide a gran prisa socorro al rey de Aragón. Esto que Vilano escribe del rompimiento se verifica por las memorias antiguas desta empresa; porque estando el rey en Barcelona a 20 de abril dando priesa que el infante partiese, se detuvo por un gran temporal de viento y tempestad y fortuna de la mar que hizo en aquella costa que no pudo partir; y deteniéndose por esta causa hasta el 2 de mayo, llegó a Barcelona una barca que envió el juez de Arborea, avisando del rompimiento y del estrozo que se había hecho en la gente de la señoría. Y pedía que aceleradamente fuese la armada, porque por haber tomado la voz del rey y hecho muy grande daño en las personas y bienes de los pisanos que eran rebeldes, la señoría de Pisa mandó juntar luego su armada y podría recebir mucho daño.

Va el vizconde de Rocaberti a socorrer al juez de Arborea. Visto cuánto importaba para el buen suceso de la empresa proveer que en los principios della el juez de Arborea no pudiese ser ofendido de sus adversarios, acordó el rey de envialle luego socorro, y que fuesen con algunas compañías de gente de caballo y de pie don Dalmau vizconde de Rocabertí y Guerau de Rocabertí su tío, que eran de singular esfuerzo y valor y muy experimentados en las armas y de gran prudencia y consejo. Y mandó el rey ir con ellos otros dos ricos hombres, que fueron Beltrán de Castellet y Hugo de Santapau y muchos caballeros. Y llevaban ciento y ochenta de caballo y algunas compañías de almogávares que se pudieron recoger en Barcelona, a donde estaba el rey y el infante; porque todos los ricos hombres y la otra caballería y gente de guerra estaban ya en el puerto de donde se había de hacer la armada junta a la vela.

Montaner dice que eran estas compañías que pasaron primero a Cerdeña docientos de caballo y dos mil de pie, lo que no parece verisímil, no siendo más de tres las naves en que iban según consta por letras del rey. La señoría de Pisa envió luego con su armada por esta novedad setecientos hombres de armas y mucha gente de pie.

Llega el vizconde con buen tiempo a desembarcar a Oristán, y de allí avisa al juez de su llegada. Estos ricos hombres se hicieron a la vela de Barcelona a 6 del mes de mayo; y el infante se fue a recoger luego, en veinte galeras que tenía, a Portfangós; y el rey por tierra a Tortosa para dar priesa en la expedición. Tuvo el vizconde muy buen viaje y fue a desembarcar a Oristán; y antes de su llegada envió al juez una barca armada, avisándole de su ida, porque pudiese proveer cómo su gente y caballos desembarcasen más cómodamente; y atendió a defender la tierra, mientras el infante llegaba, y reparar la gente en Oristán, sin dar lugar que se desmandasen por la isla los suyos.

 

CAPÍTULO XLV

Queda mucha gente de la recogida para ir con el infante, porque no caben en las fustas. Siendo llegado el infante don Alonso a Portfangós, arribaron allí el almirante Francés Carroz con veinte galeras que se habían armado en el reino de Valencia, y las veinte del rey de Mallorca cuyo almirante y capitán general era Hugo de Totzó. Refiere Montaner que fue tanta la gente que se ayuntó para ir con el infante a esta empresa que al tiempo del recogerse quedaron más de veinte mil hombres que no pudieron caber en las naves y leños y taridas de la armada.

Razón notable con que el rey se despide del infante. Estaba el rey con reina su mujer y con los infantes sus hijos en aquel puerto; y antes que se embarcase el infante le amonestó que se acordase de las victorias que sus predecesores habían alcanzado, y entre otras cosas que como muy buen capitán y valeroso caballero le dijo -según el rey don Pedro refiere- fue que, si diese batalla a sus enemigos, acometiese y hiriese el primero animosa y poderosamente con determinado propósito de vencer o morir, repitiendo estas postreras palabras por tres veces, diciendo: "vencer o morir". También le dijo que muchas veces se había visto y contecía que por aviso e industria de un caballero se ganaba una batalla, y que antes que la hubiese de dar tuviese a todos sus caballeros juntos y si alguno faltaba le esperase porque ni perdiese la ocasión del consejo por el cual podría vencer, ni fuese causa que aquél quedase con mengua no teniendo parte de la gloria del vencimiento con los otros.

[desembarco en Mahón.] Embarcóse el infante en aquel puerto con la infanta doña Teresa su mujer en una coca a 30 del mes de mayo; y aquel día con buen tiempo se hizo la armada a la vela, aunque el rey don Pedro en su historia dice que fue el 1.º de junio. Y tomaron la vía de Cerdeña. Pero por viento contrario se hubo de volver toda la armada y al quinto día entraron en el puerto de Mahó, y allí se detuvo cuatro días. Y mandó el infante que los caballos que llevaban en las galeras se sacasen a tierra y la gente tomase refresco.

Contando navíos menores llegaban a trescientas velas las de la armada. Era toda la armada de sesenta galeras y veinte y cuatro naves gruesas; y entre otros navíos menores llegaba a trecientas velas.

Pártese el infante del puerto de Mahón con solas las galeras por la necesidad que había de su llegada. Mas porque se vio el peligro que había en la tardanza si hubiese de esperar las naves, y tenían nueva que la señoría de Pisa enviaba socorro de gente de caballo y de pie a la isla de Cerdeña, fue aconsejado el infante que se partiese con las galeras. Y salió de noche a 9 de junio de Mahó; y porque era bonanza, toda aquella noche navegaron a remo; y otro día, con muy buen tiempo, hicieron vela; y en breves días atravesaron el golfo.